La ALO: ¿urbanismo a fuerza de bandazos?

Humedal Juan Jaramillo. Foto: Cárlos Avellaneda

A menudo, cuando a primera hora de la mañana leo los titulares de la prensa, entre sobresalto y sobresalto se fija una idea en mi cabeza: Bogotá no tiene quien la quiera (y me permito parafrasear al maestro). En efecto, decisiones cruciales se toman a base de bandazos, y problemas cuya solución requiere el mayor consenso posible se dirimen en bizantinos e interminables conflictos judiciales. Tal parece ser el caso con la Avenida Longitudinal de Occidente, conocida como ALO, y que hasta el momento no es sino una franja de 100 metros de ancho que atraviesa misteriosamente el occidente de la ciudad.

Plan del IDU. Fuente: Fernando de la Carrera

La idea de la ALO nació como fruto de otros tiempos. Por entonces se tenía una visión completamente distinta de una la ciudad que a su vez nada tenía que ver con la Bogotá actual. A comienzos de los años 60, siguiendo las directrices que había marcado Le Corbusier una década antes, se diseñaron dos grandes avenidas de alto tráfico para cruzar Bogotá de norte a sur y facilitar así las conexiones por tierra. La más occidental de estas avenidas es lo que ahora conocemos como ALO. Se reservaron los terrenos, que son propiedad del distrito, y que por entonces estaban mayoritariamente fuera de la malla urbana (Bogotá ocupaba a penas un 20% de la superficie que ocupa ahora). La ciudad, sin embargo, ha crecido imparable, dejando esos terrenos intactos de forma aparentemente milagrosa. En ellos están los escasos restos de los otrora inmensos humedales de Bogotá: a penas un 2% de los que había no hace tantos años.

Barrio construido en zonas inundables. Foto: El Tiempo
Es imposible resumir las vicisitudes, idas y venidas, y dramas políticos que han envuelto a la ALO desde entonces, baste con recordar que la alcaldía elegida en 2011 decidió parar la construcción de la autopista y dedicar los terrenos a la instalación de varios equipamientos públicos. Las razones son poderosas: el impacto de una gran vía de peaje atravesando la ciudad es brutal. Por un lado se convierte en barrera segregadora; por otro tiene efectos devastadores sobre el medio ambiente, firmando la sentencia de muerte de los restos de humedales, y generando cantidades inaceptables de gases contaminantes. Los detractores del parón también tienen argumentos de peso, especialmente la necesidad de abrir un corredor que descongestione el centro de la ciudad y que dé movilidad a los enormes barrios del occidente bogotano. En estas estábamos cuando el alcalde fue inhabilitado y uno de los primeros anuncios del flamante alcalde encargado fue que la ALO sí se construiría. Bandazo al canto…

Luchando inútilmente con el agua. Foto; Bogotá desde el Aire, Ed. Villegas
Hace poco publiqué un artículo sobre el proyecto del corredor verde de Cali. Sobre unas antiguas vías de ferrocarril que cruzan la ciudad de norte a sur  también se había a aprobado la construcción de una gran autopista de peaje. Afortunadamente la nueva alcaldía hizo propia la idea surgida de un taller conjunto de la Universidad del Valle y de la de San Buenaventura que proponía la creación de un parque lineal. El proyecto resultante permite conjugar el desarrollo de transporte público de alta capacidad pero de bajo impacto ecológico con la creación de un parque que cumple una función integradora. Investigando sobre el tema, logré encontrar una iniciativa similar en Bogotá liderada por Mauricio Pinilla, con la colaboración de Fernando de la Carrera, y Juan García, todos ellos de la Universidad de los Andes. Recogida en revistas extranjeras, incluso japonesas, ha tenido escasa repercusión local: “nadie es profeta en su propia tierra,” me comentó Fernando. La iniciativa propone soluciones alternativas al tráfico, la integración de la ALO con los ciclocarriles existentes, la construcción moderada de viviendas y comercios, etc...

Proyecto propuesto. Fuente: F. de la Carrera
La capital de Colombia necesita menos bandazos, menos peleas bizantinas, y más soñadores, más gente con la ambición de que se convierta en la gran ciudad que ya debería ser. “Podría ser mejor que los Campos Elíseos, que el Paseo de Gracia,” afirma Mauricio. Y tiene razón: el clima es idóneo para el diseño de hermosas avenidas, basta ver el porte de los árboles que crecen donde los dejan.

La construcción de una gran autopista ya no es de este tiempo. Escuchemos a los que piensan soluciones alternativas, y abramos espacios útiles de diálogo. Bogotá merece que sus habitantes la queramos.



Comentarios

  1. Quienes habitamos Bogotá, ya no creemos en Alcaldes Populistas. El desencanto es total porque se habla de mega proyectos en el papel, pero poco o nada se lleva a la realidad.

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