Las cosas bien hechas: la Fundación Baltasar Garzón

Baltasar Garzón. Foto: Jorge Bela
En mis tiempos de estudiante viví en primera persona los procesos de transición a la democracia en América Latina. Estuve en el parlamento en Brasilia durante muchas de las votaciones de la constitución del 88. En ese mismo año escuché en directo a través de una radio de onda corta, con una larguísima antena de alambre, los resultados del plebiscito en Chile. Unos años mas tarde, me quedé pegado ante el televisor cuando unos lores con peluca anunciaban, en un idioma ininteligible, que el Reino Unido concedía la extradición de Pinochet a España. En todas esas cosas pensaba durante los breves minutos que esperé en su despacho de Bogotá a Baltasar Garzón.

A su llegada me saludó afablemente, y de inmediato me pidió que le tuteara, pese a mi tendencia inicial, acentuada por la costumbre habitual en Colombia, de tratarle de usted. La primera impresión fue la de un hombre muy duro, con una mirada de acero que no se apartaba ni un segundo de la mía. Sin embargo, en ningún momento sentí esa dureza proyectada hacia mi, por el contrario, el trato fue cordial desde el inicio, incluso amistoso. Cuando comencé a explicarle que la entrevista iba a centrarse en las actividades de su fundación, ya me sentía completamente cómodo.

Entramos en materia casi sin preámbulo. Aunque se creó en diciembre de 2011, la Fundación Internacional Baltasar Garzón comenzó a operar en 2012, pues las dificultades burocráticas en España ralentizaron el proceso. La vinculación profesional de Garzón con Colombia se remonta a los años 90, lo que explica que este país fuera uno de los primeros en los que la FIBGAR comenzó a trabajar. Las actuaciones se han centrado en tres ámbitos: la cooperación técnica, la formación  y la divulgación.  Dentro del primero, se enmarca el apoyo a la fiscalía en técnicas de investigación de la gran criminalidad, la capacitación de abogados que defienden la restitución de tierras, y el apoyo en temas de derechos sindicales en la región de Cali.



En el apartado de formación, y como resultado de la prolongada relación de Garzón con Manuel Ramiro Muñoz, quien forma parte del patronato de la FIBGAR, se han creado becas universitarias para estudiantes indígenas, de las cuales se han otorgado ya ocho, dos de las cuales son de posgrado. Los estudiantes se comprometen a reintegrarse a sus comunidades durante algún tiempo tras la culminación de los estudios. Con la Universidad del Externado están trabajando para crear un programa de master en derechos humanos. Finalmente, en el ámbito de la divulgación, destaca el programa de Capital TV sobre derechos humanos, y se está preparando un programa de radio.

Es muy difícil mantener el foco cuando se entrevista a Garzón. Por ejemplo, cuando le pregunto sobre los casos que está llevando pro-bono desde su bufete, empieza por enumerar el caso de Julian Assange. Toca hacer un esfuerzo de voluntad inmenso para no saltar de inmediato a ese tema. Así ,de forma constante van surgiendo asuntos que por si solos serían merecedores de una larga entrevista. Pero ha transcurrido más de una hora e intuyo que va llegando el momento de ir terminando.

Garzón enumera los proyectos que tiene en México, Argentina, Ecuador, El Salvador,  y algunos de alcance hemisférico. También tiene proyectos en España, como uno de apoyo en la Cañada Real de Madrid, en el que colabora con sacerdotes, o un documental sobre la  pobreza, o un libro sobre xenofobia y antisemitismo… También está trabajando en una biblioteca virtual de derechos humanos, de acceso libre y universal.

En los último minutos hablamos informalmente sobre Colombia. Garzón es optimista. De nuevo le brillan los ojos cuando habla del inmenso potencial de este país. Como ejemplo cita la cercanía geográfica de Bogotá a los llanos, ahora separados más que por la distancia por una infraestructura insuficiente. Una vez que se venzan esas barreras, el potencial para el crecimiento y la prosperidad es inmenso, afirma convencido. Finalmente me acompaña hasta el ascensor para despedirme. El tiempo ha volado, y yo regreso a mi casa dando vueltas a todas las cosas sobre las cuales no he tenido oportunidad de conversar con él. Ojalá pueda hacerlo en un futuro cercano.




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