El Museo del Estanquillo, o la urna de Monsiváis

Urna de las cenizas de Monsiváis, por Francisco Toledo. Foto: Jorge Bela
En la 4ª planta del edificio La Esmeralda, en pleno centro histórico del DF, se encuentra expuesta una llamativa urna de barro. Tal y como explica el texto que la acompaña, escrito por Elena Poniatowska, en ella se pueden entrever iguanas, mariposas, tortugas, peces, jaibas, cangrejos cantando al unísono. La forma redondeada del recipiente parece dar un abrazo interminable a su contenido. La cabeza de gato recuerda al Monsiváis de los días “en que sonreía.” Y es que esta magistral urna, una auténtica corona, en palabras de Poniatowska, fue creada por Francisco Toledo para acoger las cenizas de su gran amigo Carlos Monsiváis.

Vista de las calles Madero e Isabel la Católica desde la terraza del museo. Foto: Jorge Bela
Solo por ver esta urna ya vale la pena acercarse al Museo del Estanquillo (Isabel la Católica 26, esquina Madero), que es el actual ocupante de la mayor parte del edificio La Esmeralda. La creación del museo se empezó a gestar antes de la muerte de Monsiváis, con el propósito de albergar la inmensa colección, de más de 12.000 objetos, que acumuló el escritor a lo largo de su vida. El nombre lo escogió el propio Monsiváis, haciendo referencia a los atiborrados y desordenados comercios que reciben ese nombre en México. Henoc de Santiago, flamante director de la institución, nos indicó que la mayor parte de la colección se encuentra guardada en depósitos, y se va exhibiendo como parte de las sucesivas exposiciones temporales.

Nosotros vimos una exposición sobre el ilustrador y caricaturista José Guadalupe Posada, organizada con motivo del centenario de su muerte. Guadalupe fue, a fin de cuentas, un cronista de su tiempo, en eso guarda un considerable paralelismo con Monsiváis. Ambos fueron también figuras populares, tanto por su trabajo como en persona. Crítico a menudo con el poder, no se qué pensaría al ver sus obras expuestas en la calle Madero, presidente al que detestó. Allí están sus famosas calaveras Catrina y Adelita.

Calavera Catrina. Foto:  Artdaily.org
La segunda exposición que vimos es de la obra de Francisco Toledo relacionada con Carlos Monsiváis. En ella se exponen 268 piezas, o bien comentadas por el escritor, o bien relacionadas con su obra, como el Nuevo catecismo para indios remisos. También se puede ver un cuadro de un gato que envió a su amigo como regalo. La exposición me pareció espléndida, llena de humor, de cariño, de complicidad entre ambos artistas y amigos. Uno puede pasarse horas y horas viendo cada detalle en una pintura, apreciando cada palabra irónica en un texto. El interminable abrazo del gato de la urna funeraria cobra un sentido completamente nuevo después de ver la exposición.

Monsiváis, por Francisco Toldeo. Foto: Jorge Bela
El domingo estuve recorriendo la distancia que separa el parque de Chapultepec y el centro histórico. El corte dominical del tráfico en el Paseo de la Reforma, la recuperación del monumento de la revolución y de la Alameda, y la peatonalización de la calle Madero ha convertido a este inmenso eje en un gran espacio público, impensable hace a penas unos años. El centro histórico del DF está así recuperando la importancia y el valor ciudadano que nunca debió haber perdido. El Museo del Estanquillo, ubicado en una antigua y lujosa joyería, es a su vez una pequeña joya en esta ciudad inmensa. Una razón más apara acercarse y disfrutar de el espléndido centro histórico de la capital mexicana.

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