Baño luminoso en el Caribe Colombiano

Playa del Hotel Punta Faro. Foto: Jorge Bela

“ese resplandor contagioso que me queda en las manos,
ese río luminoso en que hundo mis brazos”

En estos hermosísimos versos de Vicente Aleixandre (el poema completo va al final) pensaba mientras me sumergía en las aguas tranquilas de la Isla Tintipan. Uno a uno los ocupantes de la lancha, anclada entre los manglares interiores de la isla, saltamos en plena oscuridad y con cierto recelo. La temperatura perfecta del agua ayudó a vencer los temores iniciales. Tal y como nos anunciaron, el movimiento de nuestros cuerpos desencadenaba el efecto fosforescente del plancton, y el agua brillaba entre cascadas de tenues estrellas. Solo por este momento valió la pena el viaje a la isla de Múcura, en el Archipiélago de San Bernardo, uno de los lugares mas hermosos y singulares de Colombia.

Higuerón. Isla Múcura. Foto: Jorge Bela

Pero el largo día había comenzado muchas horas antes, en el aeropuerto de Bogotá donde un grupo de periodistas abordamos el vuelo que nos llevaría hasta Cartagena. Allí tomamos una lancha rápida (500 caballos de potencia en cada uno de sus dos inmensos motores, según me dijo el capitán), rumbo a Múcura. La travesía duró algo mas de hora y media, y en el Hotel Punta Faro nos recibieron haciendo sonar la campana que cuelga de un higuerón centenario. Nada mas desembarcar nos topamos con un cartel que anunciaba “el fin del afán,”  y unos banquitos bajo el árbol en los que nos acomodaron para explicarnos algunas cosas: en hotel las habitaciones no tienen llave (para los mas temerosos hay cajas de seguridad en todas ellas), se trata de una isla absolutamente tranquila y sin inquietudes de seguridad. Nos detallaron los horarios de las comidas, incluidas en el precio. Finalmente nos explicaron las medidas necesarias para mantener el equilibrio ecológico de la isla, aunque a este fascinante tema dedicaré un post mas adelante.

Un rincón del Hotel Punta Faro. Foto: Jorge Bela

Tras el reparto de habitaciones y una vuelta por la playa tomamos el delicioso almuerzo, que es tipo buffet aunque la comida la sirven empleados del hotel. Después, a disfrutar del baño, a hacer algo de careteo por la zona, donde ya se pueden ver cantidades ingentes de peces tropicales…una tarde tranquila y, desde luego, sin afán. Para rematar, durante el atardecer un masaje extraordinario por parte de Noelia, una paisa que me confesó que su oficina, abierta al Caribe, es la mejor del mundo. Cuando ya parecía imposible que la cosa mejorara, nos convocaron al paseo nocturno por los manglares de la isla vecina, Tintipán, para sentir la experiencia del plancton fosforescente. Tuvimos mucha suerte, pues no siempre se puede realizar esta actividad: se deben dar circunstancias muy precisas, como cielos despejados y sin luna, que solo se dan pocos días cada mes.

 La amabilidad del personal del Hotel es extraordinaria. En la foto: Juan Carlos.
Al regreso al hotel, una cena, ligera pues al día siguiente teníamos programado el buceo muy temprano. Pero eso ya lo contaré en mi próximo post. Ahora les dejo con el poema de Vicente Aleixandre.

Noelia en su oficina. Foto: Jorge Bela

* Mi agradecimiento a Viva Colombia y al Hotel Punta Faro por invitarme a participar en este blog trip




Muelle del Hotel El Faro, Múcura. Foto: Jorge Bela
Ven siempre, Ven
Vicente Aleixandre (premio Nobel 1977)

No te acerques. Tu frente, tu ardiente frente, tu encendida frente,
las huellas de unos besos,
ese resplandor que aun de día se siente si te acercas,
ese resplandor contagioso que me queda en las manos,
ese río luminoso en que hundo mis brazos,
en el que casi no me atrevo a beber, por temor después a ya una dura vida de lucero.

No quiero que vivas en mí como vive la luz,
con ese ya aislamiento de estrella que se une con su luz,
a quien el amor se niega a través del espacio
duro y azul que separa y no une,
donde cada lucero inaccesible
es una soledad que, gemebunda, envía su tristeza.

La soledad destella en el mundo sin amor.
La vida es una vívida corteza,
una rugosa piel inmóvil,
donde el hombre no puede encontrar su descanso,
por más que aplique su sueño contra un astro apagado.

Pero tú no te acerques. Tu frente destellante, carbón encendido que me arrebata a la propia conciencia,
duelo fulgúreo en que de pronto siento la tentación de morir,
de quemarme los labios con tu roce indeleble,
de sentir mi carne deshacerse contra tu diamante abrasador.

No te acerques, porque tu beso se prolonga como el choque imposible de las estrellas,
como el espacio que súbitamente se incendia,
éter propagador donde la destrucción de los mundos
es un único corazón que totalmente se abrasa.

Ven, ven, ven como el carbón extinto oscuro que encierra una muerte;
ven como la noche ciega que me acerca su rostro;
ven como los dos labios marcados por el rojo,
por esa línea larga que funde los metales.

Ven, ven, amor mío; ven, hermética frente, redondez casi rodante
que luces como una órbita que va a morir en mis brazos;
ven como dos ojos o dos profundas soledades,
dos imperiosas llamadas de una hondura que no conozco.

¡Ven, ven, muerte, amor; ven pronto, te destruyo;
ven, que quiero matar o amar o morir o darte todo;
ven, que ruedas como liviana piedra,
confundida como una luna que me pide mis rayos!



Comentarios

  1. Gracias por aceptar la invitación y esperamos poder recibirlos nuevamente.

    Cualquier inquietud pueden escribirme en: ventasmedellin@puntafaro.com o al 3182165521.

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