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Jorge, con maracuyás recién recogidos, y que nos regaló. Foto: Jorge Bela |
Cuando me preparaba para venir a Colombia un amigo español me dijo: “ya verás, allí está la mejor gente del mundo.” Una vez más, en mi recorrido por la ruta del vallenato he tenido la ocasión de comprobarlo. Es una maravilla recorrer lugares en los que el turismo todavía no se ha hecho omnipresente: en cada lugar que parábamos la gente nos recibía con curiosidad y amabilidad extrema, siempre con una gran sonrisa. Aunque los guajiros no son precisamente extrovertidos con los desconocidos, basta un saludo para romper el hielo de forma inmediata, y la conversación surge fluida. Tampoco sienten reparo alguno ante las cámaras fotográficas (y en nuestro grupo, seleccionado por FONTUR, había además imponentes cámaras de video).
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Holly Socarrás, en Urumita. Foto: Jorge Bela |
En la Guajira, como sucede en la mayor parte del país, conviven los descendientes de los habitantes indígenas, con los de los europeos y los africanos. Entre los indígenas, los wayuus son mayoritarios en el valle. Han conservado con orgullo su herencia cultural, que no es solo el idioma, sino toda una forma de ver la vida. Su sistema jurídico tiene validez legal, y ha sido reconocido como patrimonio inmaterial de la humanidad por la UNESCO. Para los wayuus tampoco existen fronteras, y la mayoría posee la nacionalidad venezolana, además de la colombiana. Eso si, para ellos somos simples “alijunas,” nombre que dan a todo aquél que no es wayuu.
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Vendedor de raspaos en Valledupar. Foto: Jorge Bela |
Hemos tenido oportunidad de conocer a muchas personas. En Los Chorros conocimos a Jorge Solano, que nos mostró la Cueva de la Perrita, descubierta por su padre a mediados del siglo pasado. Allí nació y crió a sus hijos, pero durante siete años tuvo que desplazarse a Fonseca por causa del conflicto. Ahora vive acompañado por una temperamental guacharaca domesticada. En Urumita conocimos a Holly Socarrás, que nos explicó que sus enorme rulos metálicos se ponen en un periquete. En La Junta conocimos a la simpatiquísima Gachi, tía de Diómedes, que verseó para nosotros en el porche de su casa. En Dibulla conocimos a su alcaldesa, Silvia Ospino Bermúdez, quién nos contó que desde el punto de vista del turismo, en su maravillosa playa “no se ha hecho nada todavía,” (lo que supone una oportunidad perfecta para el turista aventurero).
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Graciela, Gachi, tía de Diómedes, en la casa que éste construyó para ella. Foto: Jorge Bela
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Sería imposible enumerar todas las personas con las que tuvimos ocasión de charlar en este viaje. Cuando escriba de la comida, y, cómo no, de la música, mencionaré alguno más. Pero basta decir que en todos lados encontramos gente amable, sonriente y hospitalaria. Tenía razón mi amigo: la mejor gente del mundo. Aquí les dejo algunas fotos para que puedan comprobarlo.
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