El Camino de Santiago recordado desde Colombia


Ya lo he dicho en otras ocasiones, hay viajes que tienen un poder transformativo: no solo entretienen, o divierten, sino que generan cambios duraderos en nuestras vidas. En los viajes también se aprende, y a menudo las razones que nos impulsaron a iniciarlos se difuminan, incluso se hace irrelevantes, en el torrente de eventos inesperados que inevitablemente se producen. Esto queda perfectamente ilustrado en el divertidísimo blog sobre su viaje en bicicleta por Camboya y Vietnam de mi amiga Yamila.


Pero el Camino de Santiago es singular por muchas razones. La más evidente es que se hace caminando, algo completamente inusual en nuestra civilización. También es muy claro su significado religioso, espiritual e histórico, aunque se pueda realizar sin problemas ignorando estos tres aspectos. Finalmente, en su versión moderna, tiene un principio y un fin alejado de los aeropuertos o de las grandes terminales de transporte: se empieza al borde de un camino, y se termina al borde de otro: siempre avanzando en una dirección, siempre manteniendo el foco en un punto: Santiago de Compostela.


Es la segunda vez que he hecho el Camino. La primera lo hice desde Madrid. En esa ocasión salí de mi casa, econtrándome con mi amigo Fernando en el portal. De ahí partimos, sin tocar un vehículo de tracción mecánica hasta nuestra llegada a pié a Compostela. Atravesamos Castilla la Vieja de sur a norte, y de éste a oeste, hasta adentrarnos en Galicia. En esa ocasión conocí por primera vez Tierra de Campos y lugares mágicos como Peñaflor de Hornija. También me sentí en comunión con los gallegos que durante siglos bajaban a Castilla para las cosechas, en su lucha perenne contra la pobreza y el hambre. Su viaje aún está recogido en incontables toponimias que aguardan ser descubiertas en los mapas más detallados. Durante esas semanas aprendí lo poco que necesitamos para ser completamente felices, algo que Yamila también aprendió en Camboya y Vietnam.


La semana pasada me invitó Fernando de nuevo a recorrer las últimas etapas del Camino. No lo dudé. Nos acompañaron Carmen y Pepe. Fue un grupo perfecto. Los kilómetros fluían en medio de interminables conversaciones sobre los temas mas variados, sin acuerdos ni desacuerdos, tan solo intercambios de puntos de vista. Empezar el camino en Galicia da una perspectiva totalmente nueva de las etapas. Los paisajes estaban espectaculares, verdes y trufados de flores. Me temía aglomeraciones, pero no se produjeron. Fueron 116 kilómetros, pero los recuerdo como 16. Inevitablemente, por el camino se hacen amigos, ya sea campesinas que trabajan junto al camino, u otros peregrinos, algunos con historias realmente excéntricas que es difícil escuchar en otros contextos.



Hay incontables guías del Camino, muchas gratuitas y muy completas, y hay muchos caminos. El más concurrido es el francés, por eso quizá recomiendo considerar algún otro, aunque suelen conllevar mayores esfuerzos. Todos son buenos, en todos se aprende, y de todos se regresa transformado.




Comentarios

  1. Los ojos como platos se me han quedado al verme citada aquí por mi amigo Bela... ¡Gracia Jorge! :D Y todavía más en este momento, en el que Linda nos cuenta sus planes: http://elmundoa4patas.com/2014/05/08/linda-peregrina/

    ¡Un beso y un lamentón de aquellas que se disponen a seguir tus pasos!

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    1. Desde aquí seguirermos las andanzas sextípedas!!!! buen camino!

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