Bogotá: un paraíso a merced de los elementos

Arco iris sobre los cerros orientales de Bogotá. Foto: Jorge Bela

Bogotá está ubicada en un lugar privilegiado. Sus habitantes originales Chibcha y los conquistadores españoles no se equivocaron. Convenientemente por encima del nivel en el que los mosquitos campan a sus anchas, y protegida por sus majestuosos cerros orientales,goza de un clima francamente envidiable. A la llegada de los españoles, la Sabana de Bogotá era un auténtico paraíso: las abundantes y cristalinas aguas de los ríos (Bogotá, Tunjuelito, Sumapaz, etc...) avanzaban en suaves meandros, entre inmensas praderas que se inundaban completamente en épocas de lluvia. Pesca abundante, y una agricultura casi inacabable aseguraban unas condiciones de vida libres de preocupaciones. Para los amantes de los paisajes, el espectacular Salto del Tequendama, lugar en el que desembocan todas las aguas de la Sabana en una brutal caída hacia el Magdalena, colmaba todas las expectativas. Vías milenarias unían esta zona andina con las costas, permitiendo una intensa actividad comercial.

Sin embargo, el crecimiento de la ciudad, desde las faldas inferiores de los Cerros hacia la sabana, empezó a generar problemas, eso sí, manejables hasta el siglo XX. fue en el siglo pasado cuando los problemas  escaparon de todo control. El primer síntoma de degradación medioambiental fue la desaparición de la vegetación tradicional de los Cerros, utilizada en su totalidad como material combustible en las cocinas. Fue solo el comienzo. Las aguas antes limpias, empezaron a acusar la polución. A medida que creció la ciudad, los ríos fueron canalizados, y hoy en día el Bogotá, en el punto que abandona la sabana, es un río completamente muerto, sin oxígeno. Las zonas construidas sobre lagos desecados se volvieron inestables, y algunos edificios muestran una inclinación alarmante.

Sabana de Bogotá vista desde los Cerros Orientales. Foto: Jorge Bela

Los ciclos de sequía y lluvias, que se alternan dos veces a lo largo del año, sufren variaciones periódicas cuando se producen los fenómenos de la niña, que traen lluvias intensas, o los del niño, que reducen drásticamente las lluvias en toda Colombia. Cuando llega una "niña," amplias zonas de Bogotá se inundan. Esto no debe sorprender, pues se han construido sobre zonas de la sabana que siempre se habían inundado con las lluvias frecuentes. Los ríos canalizados se desbordan, y la ciudad se ve envuelta en el caos y en auténticos dramas humanitarios. Cuando llega un "niño," la situación actual, se producen incendios en las zonas que con gran esfuerzo fueron reforestadas, y se pone en peligro el suministro de agua potable y de electricidad, que en ocasiones han de ser racionadas.

Efectos de un incendio sobre los Cerros Orientales de Bogotá. Foto: Jorge Bela

Todo esto pudo haberse evitado con una planeación cuidadosa, y respetuosa con el medio ambiente. Pero en el crecimiento rápido y desordenado que caracterizó la segunda mitad del siglo XX no se tuvieron en cuenta estos factores. Este problema no es exclusivo de Bogotá, sino que es compartido por la mayoría de las megaurbes de América Latina, África y Asia. ¿Qué se puede haceer en estos momentos para mitigar los problemas y evitar que se agraven en el futuro? Les invito a participar en la conversación que sobre el tema tiene lugar en URB.IM, uno de los portales de urbanismo mas influyentes del mundo. En esta conversación se exploran "los riesgos y conflictos específicos a los que los urbanistas se enfrentan, cómo se están cumpliendo esas demandas de una manera eficaz e incluyente y que más necesitan para cerrar brechas y encontrar soluciones de escala en beneficio a toda la gama de residentes de una ciudad."

¡Espero que lo encuentren interesante!

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