Hotel del Salto: del sueño al olvido

En 1928 abrió sus puertas el Hotel el Salto. Pequeño, coqueto y de arquitectura armoniosa, no podía estar mejor ubicado: justo en frente del Salto del Tequendama, una de las más hermosas cascadas que he visto en mi vida. Durante décadas, el sueño de los hoteleros que lo construyeron se multiplicó en las estancias de familias, recién casados, amantes furtivos, incluso desolados que pasaron la noche allí dudando si unirse a la larga lista de suicidas que decidieron poner fin a sus penas tirándose cascada abajo.
Salto del Tequendama. Foto de Zeafra/Oxigénate
Salto del Tequendama
La Sabana de Bogotá tiene un solo punto de desagüe, y es este salto creado por la deidad Bochica, según la tradición muisca. El río Bogotá y sus afluentes, como el Salitre, el Tunjuelo o el Fucha, fluyen lentamente por las praderas, formando meandros donde no han sido aún canalizados, pero al aproximarse al Tequendama la velocidad empieza a incrementarse, y el río tranquilo se vuelve apresurado y amenazante, hasta precipitarse más de 150 metros en el salto. De ahí hasta su desembocadura transcurre entre cañadas y precipicios, bajando más de 2.000 metros en una corta distancia, hasta el abrazo final del Magdalena. Al contrario de lo que sucede con la mayoría de los ríos, el Bogotá nace sereno y reposado, volviéndose impetuoso y violento con el transcurso del tiempo.

Río Bogotá al norte de la Sabana
El río Bogotá fluye tranquilo al norte de la saba,
Pero el tiempo no ha sido generoso con el río Bogotá ni con el Tequendama. La construcción de una centra hidroeléctrica justo antes del salto supone que éste se quede casi sin caudal durante largos periodos (especialmente en las estaciones secas). El crecimiento brutal de la ciudad ha tenido como consecuencia la contaminación más despiadada: en los tramos anteriores al salto el río tiene un 0% de oxígeno, y la vida es totalmente imposible en su cauce. Es muy triste pensar que las aguas del Tunjuelo, que nacen en la pureza absoluta del paramo de Sumapaz, están totalmente muertas a penas unos kilómetros más abajo. El hotel está ahora abandonado, incapaz de hacer frente a estos problemas. Sigue, sin embargo, generando sueños, pues se ha convertido en fértil fuente de historias y leyendas de fantasmas, que de cuando en cuando encuentran un hueco en los periódicos de la capital.
Hotel El Salto. Foto: Arturo Aparicio
Hotel El salto
El futuro debe ser mejor que el presente, pues está en marcha un ambicioso proyecto de limpieza y descontaminación del Río Bogotá. Como todas las grandes obras en Colombia, avanza a paso de tortuga y siempre quedan dudas sobre su terminación, pero en este caso no se trata de un lujo: la supervivencia de Bogotá depende de la recuperación del complejo sistema hidrográfico de la Sabana. También las comunidades que sufren su mala condición desde el Tequendama hasta el Magdalena aguardan esperanzados la conclusión de los trabajos.

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