San Juan de Dios, de la medicina al olvido

Hospital de San Juan de Dios. Foto: Nicolás Van Hemelryck
Cuando escribí hace unos meses sobre la Ciudad Perdida de los Tayrona hice mención a las extrañas sensaciones que provoca en los visitantes. Al  contemplar las piedras, ocultas en la jungla durante siglos, la imaginación se dispara, intentando dar forma a un fenómeno incomprensible: que un lugar tan hermoso, construido con tanto esfuerzo a lo largo de siglos, y que sirvió como escenario para la vida, generación tras generación, fuera finalmente abandonado. Uno cierra los ojos para tratar de ver a los antiguos habitantes en su deambular cotidiano por la ciudad, pero al volver a abrirlos es imposible cuadrar la imagen formada con la realidad visible. Hubo un día en que el último habitante de la Ciudad Perdida la abandonó. Como todos sus antecesores, esperaba días mejores, días que nunca llegaron. La vegetación y la vida animal sepultaron todos los restos visibles. Lo imposible se hizo presente.

Antiguo quirófano. Foto: Nicolás Van Hemelryck
Hace aproximadamente un año visité una exposición de fotografía, sobre un tema sin ninguna relación, en la que encontré indicios sobre cómo se puede explicar una pérdida tan inmensa. Se trata de “San Juan sin Dios,” del joven fotógrafo bogotano Nicolás Van Hemelryck. En ella documenta el estado en que se encuentra el hospital más antiguo de Colombia, y la vida de las personas que ahora lo usan como su casa. Fundado en tiempos de Felipe V, alcanzó cumbres de gran gloria científica y prestó un inmenso servicio no solo en la capital, puesto que recibía enfermos de toda Colombia. Hasta bien avanzado el siglo XX, era el principal hospital del país, y además era una pieza esencial en la formación de la escuela de medicina de la Universidad Nacional.

Interior de hospital. Foto: Nicolás Van Hemelryck

Aunque recibió apoyo público y donaciones privadas, algunas ingentes, la mala gestión y la corrupción arrastraron al hospital a una situación financiera delicada. Una reforma legal de 1993, en la que se privatizaba la mayor parte del sistema de salud colombiano, acabó por dar la puntilla a una institución que se ocupaba principalmente de las personas sin recursos.  En 1.999 dejaron de pagarse los salarios, y en el 2.001 cerró de hecho sus puertas. Sin embargo, el cierre se hizo en un limbo legal, pues los empleados no fueron despedidos formalmente. Muchos de ellos han seguido acudiendo a diario para sellar sus tarjetas, y evitar de esta forma perder sus ya tenues derechos. Algunas familias se vieron empujadas a la indigencia, y decidieron irse a vivir al hospital. Dicen que hoy en día allí habitan unas cien familias. Nicolás, que es escritor además de fotógrafo, narra de forma magistral el kafkiano proceso en un artículo de El Malpensante.

La maleza invade todo. Foto: Nicolás Van Hemelryck
En las pasadas elecciones, el actual alcalde, entonces candidato, hizo campaña reclamando la reapertura del hospital. Desde entonces se ha puesto en funcionamiento un consultorio en la antigua zona de maternidad (que era uno de los lugares con mayor prestigio del centro), pero la complejidad legal y financiera hace temer que no se avance mucho más. Entre tanto, el enorme hospital que hace no mucho fue el orgullo de todo un país, yace casi en ruinas, con amplios espacios ocupados por la maleza, y con cien familias que se aferran al edificio vacío como última esperanza de que se haga justicia, de que vengan tiempos mejores, para ellos y para todas las personas que necesitan atención médica y no la reciben.

Interior del Hospital. Foto: Nicolás Van Hemelryck
Con la exposición Nicolás abre las puertas de este lugar cerrado, y pide que los ojos de Bogotá se posen por un momento en lo que sus muros ocultan, en lo que la vegetación y el olvido van poco a poco cubriendo. Con ello reivindica implícitamente su recuperación, y también  la atención debida a sus antiguos trabajadores. Para mi, además, es una señal de alarma sobre la fragilidad de la actual prosperidad económica. Los colombianos deben estar atentos para que todo lo logrado, todo lo avanzado hasta el momento, no se pierda sin saberse muy bien como. Con eso en mente, quizás estemos a tiempo de impedir que el San Juan de Dios se convierta irreversiblemente en el Hospital Perdido de los bogotanos.


Comentarios

  1. Excelente entrada Jorge, como todas :)

    Gracias por hablar de un tema tan importante, de mostrar una realidad dura pero, que como todas las realidades, es necesario que se sepa para poder actuar, para poder movilizar a la gente de alguna forma.

    Un abrazo.

    P.D.: te leo siempre aunque no te deje ningún comentario.

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. ¡muchas gracias! ¡y sí echaba de menos tus comentarios! :-)

      Un abrazo!!!!

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