Aguapanela pá los colibríes
![]() |
Palmeras de cera en el Valle de Cocora. Foto: Jorge Bela |
En el hostal nos advirtieron de la necesidad de utilizar
botas, y nos ofrecieron unas “botas
pantaneras” (botas de goma que en España se llaman “katiuskas”). Yo llevaba mis
buenas botas de montaña, y rechacé la oferta, sin saber todavía que estaba
cometiendo un error. Los “willis” esperaban aparcados en plaza de Salento, listos para llevarnos al parque, a unos 11
kilómetros del pueblo. Las lluvias habían sido constantes en los días
anteriores, pero hoy parecía que íbamos a tener un respiro. El Valle del Cócora
nos esperaba.
![]() |
Willis en Salento. Foto: Fernando Conchello |
Comenzó nuestro ascenso, y pronto pudimos comprobar que las
katiuskas no son un lujo en esta caminata: los caminos ascienden encajonados
entre amenazantes vallas electrificadas. Carteles de madera recuerdan a los
caminantes que las praderas junto al camino son propiedad privada, y que está
totalmente prohibido pisarlas. Lo malo es que el camino está en pésimo estado:
por él transitan caballos que los desgastan, y las lluvias torrenciales hacen
el resto. Barro, huecos, charcos inmensos hacen casi imposible el ascenso. Así
durante un par de horas, aunque los caminantes que nos precedían, llegado un
punto especialmente complicado, deciden desobedecer los carteles e internarse
en las praderas (nosotros hicimos lo mismo: las vallas electrificadas estaban,
a fin de cuentas, desconectadas).
![]() |
Cruzando el Quindío. Foto: Fernando Conchello |
La panela es el jugo de la caña de azúcar, cocido a altas
temperaturas hasta que espesa, y luego solidificado en moldes que le dan una
característica forma rectangular. En Colombia se toma disuelta en agua, a veces
aromatizada con limón o con especias como clavo o canela. Confieso que no me
gusta mucho, pero aquí se bebe muy frecuentemente, para aliviar el frío, cuando
uno está enfermo, para desayunar….Yo pido el chocolate mejor, pero a mi
alrededor los caminantes y los colibríes por igual parecen encantados con la
dulcísima agua panela.
Seguimos caminando, aunque la lluvia ya no da tregua. Llegamos
hasta un punto desde donde nos dijeron se divisa una espectacular vista del
valle, pero nada conseguimos ver, pues estaba completamente tapada por las
nubes. Un nuevo descanso, otra bebida caliente (tinto esta vez) y comenzamos el
descenso. Poco a poco la lluvia fue cesando, y de pronto comenzó a despejar la
niebla: nos dimos cuenta de que estábamos en medio del bosque de palmeras de
cera. Al principio sólo podíamos ver los troncos, pero a medida que la niebla
se deshacía, pudimos empezar a ver las copas. Estábamos calados, muertos de
frío y con barro hasta el cuello, pero aún así disfrutamos de un paisaje único. Al fondo del valle, como tan a menudo sucede
en Colombia, se encuentra un gigantesco nevado, pero nunca lo conseguimos ver. En el páramo, a los pies del nevado, nace el río
Quindío, el mismo en el que estuve a punto de caer un par de veces.
![]() |
Palmeras de cera. Foto: Fernando Conchello |
Pensando en las palmeras de cera, en Simón Bolívar -- quién
estuvo por este valle en una de sus andanzas heroicas--, y en las cumbres
nevadas, nos dirigimos a un pequeño restaurante . Éramos los únicos
clientes, y aún así nos prepararon una
trucha recién pescada. Mientras salía, nos sirvieron una agüita panela para
entrar en calor
Algo parecido nos ocurrió en Tobago. En una curva de la carretera, a la entrada de un sendero, habia un abuelo rasta con una caja llena de botas de goma para alquilar. Afortunadamente la noche anterior nos habían prevenido unos incautos que no se fiaron del rasta y nos recomendaron que sin duda se las alquilásemos. Si ellas la ruta hubiera sido intransitable.
ResponderEliminar