Aguas turbulentas
Para los aficionados al cine, Bogotá no es una buena ciudad.
Las películas llegan tarde, o nunca, salvo las grandes producciones
norteamericanas. Algunos cines especializados (Cine Colombia de Avenida Chile,
Cinemanía en la 93 o Cinema Paraíso –mi favorito—en Usaquén) hacen lo que
pueden, pero aún así no hay muchas razones para estar contento. Sin embargo, de
cuando en cuando hay alguna sorpresa, como sucedió el viernes pasado con el
estreno de Aguas turbulentas (DeUsynlige),
una película noruega de la que no había oído hablar. Su director es Erik Poppe
(tampoco sabía nada de él) y se filmó en 2008, aunque creo que a España aún no
ha llegado. Por qué de repente se estrenan películas como esta, es una pregunta
cuya respuesta no conozco, pero que intentaré averiguar en los próximos meses.
Entre tanto, Aguas
turbulentas me pareció una película excelente. Relata la historia del
retorno a un pequeño pueblo noruego de un ex-presidiario liberado tras cumplir
condena por el homicidio de un niño. Consigue trabajo como organista de una
iglesia, pero el reencuentro con la madre del niño asesinado es inevitable.
Poppe va desgranando los temas de una forma magistral: la culpabilidad, la
justicia, el perdón, la verdad, el odio, la religión. Parece imposible sacar adelante una
película tan ambiciosa como esta, pero en DeUsynlige,
que dista de ser una película perfecta, Poppe lo logra, conmovedoramente.
Pudiera parecer que un argumento tan dramático es exagerado,
imposible. Sin embargo, tanto en Colombia como en España constituye una realidad
cotidiana y dolorosa. Con el fin de los conflictos armados, llega el dilema de
cómo cerrar las profundas heridas que inevitablemente dejan. En España son
célebres casos como el de un etarra que tras ser liberado al cumplir su
condena, abrió un comercio en el mismo edificio donde vivía la madre de una de
las personas que asesinó. En Colombia,
donde el conflicto ha tenido una gravedad mucho mayor, y aún sigue vivo, se
acaba de aprobar una ley de rango constitucional conocida como el Marco Jurídico
para la Paz. Esta ley concede amplios poderes al presidente a la hora de
hacer posibles concesiones en un futuro proceso de paz, incluyendo la excarcelación de convictos.
En Colombia las cosas nunca son lo que parecen, quizá el estreno de esta película justo en la semana que se aprueba el nuevo marco jurídico no sea una simple casualidad. En todo caso recomiendo sin reservas esta película, donde no se encontrarán moralinas ni respuestas, tan solo cuestiones durísimas que quedan abiertas para que cada espectador saque sus propias conclusiones.
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