Chinos en el bus Medellín - Bogotá
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Bus que nos llevó a Bogotá |
La mayoría de las estaciones de autobús que conozco son sombrías y
amenazantes, no así la Terminal del Norte de Medellín, lugar donde comienza mi
viaje de regreso a Bogotá. Luminosa y aireada, la terminal se extiende en tres
niveles, con muchos restaurantes y tiendas donde se puede encontrar de todo. En
el tercer piso, docenas de damas se entregaban a un animado ejercicio de rumba aerobica, ¡algo que solo resulta imaginable en Colombia! 15 minutos antes de la
salida empiezan a llamar a los pasajeros: una señora con un monumental televisor de plasma, un turista
de aspecto alemán, una familia con dos bebés de pocas semanas (o chinos, como
se conoce a los niños por estas tierras), y poco más. Todo está listo para una
salida puntual a las 11.30: daba comienzo el viaje de algo más de 400km y nueve
horas hacia Bogotá.
El bus comienza su ascenso por las laderas del Valle de
Aburrá, dejando unas vistas espectaculares de Medellín: la despedida
perfecta. Una vez fuera del valle, la carretera, todavía de doble carril por
cada sentido, serpentea plácidamente entre pueblos en los que sus habitantes
disfrutan del buen tiempo de esta mañana de domingo. Los pasajeros en el bus
reclinan sus cómodos butacones, juegan con sus pantallas individuales de video
y se protegen como pueden del despiadado aire acondicionado. En no mucho tiempo
la carretera se hace de un solo carril y empiezan las curvas: tenemos que
descender desde algo más de 2.000metros hasta el valle del Magdalena. En muchas cañadas ha habido desprendimientos,
y la carretera está en obras. El conductor parece relajado, como si no le
importaran los precipicios y las interminables revueltas. Los chinos empiezan a llorar.
Al cabo de un par de horas, llegamos a Puerto Triunfo,
primer pueblo que encontramos ya en el valle. La temperatura es de 28C, pero en
el bus seguimos como en un congelador. Al pasar por delante de la puerta de la Hacienda Nápoles, símbolo del poder de Pablo Escobar y del narcotráfico,
despertamos por unos momentos del sopor del viaje. El pulso se sigue acelerando
cuando en pocos minutos cruzamos por primera vez el Magdalena.
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Una pasajera dormita en el bus |
El viaje vuelve a ser plácido. La mayoría de los os
pasajeros dormitan, abrigándose como pueden: uno no debe viajar en bus por
Colombia sin llevar una pequeña manta en la mochila. Avanzamos por el valle y
podemos comprobar que se está construyendo
lentamente un segundo carril en la autopista. Cruzamos por segunda vez el río
en La Dorada -- puente que está fuertemente protegido por el ejército -- y
seguimos avanzando entre un paisaje muy agradable. Finalmente cruzamos el río
por tercera vez, en Honda, y paramos a almorzar en un restaurante ubicado al
lado de la carretera. Si nos acercamos
al río desde el puente podemos ver la ciudad en la distancia: espero poder visitarla en un futuro no muy
lejano.
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Honda desde el puente |
Quedan a penas 170 kilómetros para llegar a Bogotá, pero se
tardan unas tres horas en recorrerlos. Primero hay que ascender un empinado
puerto para llegar a Guaduas (900 metros), luego subir y bajar otro puerto igual de
complicado para llegar a Villeta (800metros) y finalmente el tercer puerto, y
el más brutal, para llegar a El Dintel (2.800 metros) y de ahí ya descender a
Bogotá. Ese último tramo lo recorrí en una caminata agotadora: en bus se hace
mucho más descansadamente.
La orografía endiablada de Colombia, y el mal estado de sus
carreteras, desaniman a muchos turistas a realizar viajes por tierra. Sin
embargo, es la mejor manera de conocer el país. El viaje Medellin-Bogotá es muy
largo, pero se hace corto. Los buses, al menos en las rutas principales, son
muy cómodos. También suele haber rutas nocturnas, algo más rápidas, pero se
pierde el disfrute del paisaje. Mi próximo viaje, probablemente a Cali, también
será en bus, con o sin chinos.
jeje, muy curioso, enhorabuena por el blog :)
ResponderEliminar¡Gracias Eloy!
ResponderEliminarEse viaje en autobús al revés, Bogotá-Medellín, lo hice en 1993, y lo recuerdo como interminable, pero también como el descubrimiento de los paisajes maravillosos de Colombia. También que en un par de ocasiones nos paró el ejército, y nos ponían a todos los varones con las manos en el autobús para el cacheo, y había que ver la cara de asombro de los soldaditos colombianos al revisar el pasaporte de un español "de paseo" por Colombia. Tiempos que ya no volverán, afortunadamente para los colombianos! Jaime
ResponderEliminarUna descripción perfecta de lo que es y lo que supone viajar por tierra en Colombia. Me trajiste muchos recuerdos a la mente.
ResponderEliminar¡Gracias por tu blog, gracias por hablar de Colombia!
Besos desde este lado del charco.