Stonewall, Cernuda y las trompetas de Jericó

Murallas de Ávila. Foto: Never House
En los años 20 del siglo pasado Luis Cernuda escribió un hermoso poema que incluía los siguientes versos “Si el hombre pudiera decir lo que ama,/ …como muros que se derrumban/… dejando sólo la verdad de su amor” (el poema completo va al final). En esos tiempos el poema constituía un acto de valentía, pues no solo era una admisión abierta de su homosexualidad, entonces prohibida y perseguida legal y socialmente, sino que además expresaba de forma clara una aceptación sin la mas mínima censura del amor entre personas del mismo sexo.
Luis Cernuda.
Desde entonces son muchos los muros que se han derrumbado. Las leyes persecutorias han desaparecido de todos los países occidentales (todos las tenían en el momento en el que Cernuda murió), con la lamentable excepción de Rusia. En un número creciente de países se ha dado cobertura legal a las uniones igualitarias, en forma de matrimonio en varios casos. Muchas congregaciones judías e  iglesias cristianas, incluyendo protestantes como la luterana y recientemente la presbiteriana, y la anglicana (prima hermana de la católica), aceptan pastores, y en algunos casos bendicen uniones. Hasta la Iglesia católica, que avanza con paso glacial en estos temas, ha convocado un sínodo de obispos para examinar la cuestión en las próximas semanas.

Todo esto ha sucedido en un contexto en el que la población, sobretodo los más jóvenes, tiene mayoritariamente una aceptación total y perfectamente natural de lo que se ha venido a llamar la comunidad LGBT. El mundo occidental ha cambiado a una velocidad de vértigo en esta materia, pasándose de la persecución y el desprecio social a la plena integración y al pleno respeto de los derechos humanos. Obviamente, aún existen demasiados países en los que se persigue a los homosexuales, incluso con la muerte. Es una lacra más con la que la humanidad tiene que convivir, que tiene que combatir. Pero de lo que no hay duda alguna es de que si Cernuda viera como ha cambiado la situación en su España natal, tendría serios problemas para creerlo. Es probable, sin embargo, que con su aguda e insobornable mirada también encontrara pertinaces bolsas de discriminación, todo hay que decirlo.
Pub Stonewall en 1968. Foto: Diana Davis
El inicio del rápido derrumbe de todos estos muros de intolerancia se suele atribuir a las revueltas de Stonewall. “Muro de piedra” era precisamente el nombre de un pub en Nueva York, blanco frecuente de la persecución y hostigamiento de la policía local hacia el colectivo LGBT. Sin embargo, en la noche del 28 de junio de 1968 -- justo hace hoy 45 años, y sábado también– los clientes, ya hartos del acoso, decidieron enfrentarse a los uniformados. Los desórdenes tuvieron varias fases llenas de incidentes y duraron hasta el miércoles siguiente. Fue el principio del fin: grupos activistas, que ya habían empezado a organizarse semiclandestinamente desde los años 50, cobraron fuerza a raíz de los disturbios, y se formaron grupos nuevos que ya actuaban abiertamente. Hoy todo ha cambiado: en el estado de Nueva York está prohibida la discriminación contra el colectivo LGBT, y desde 2011es legal el matrimonio igualitario.

Clientes de Stonewall se enfrentan a la policía. Foto: Diana Davis
¿Y como ha podido avanzarse tanto en tan poco tiempo? Igual que las murallas de Jericó, los muros de la discriminación se han derrumbado solo con voces. Y no solo las de activistas dentro de la comunidad, sino también las de incontables personas fuera de la misma, incluso en las iglesias. El temor y el rechazo milenario se han evaporado casi por completo. Es muy difícil explicarlo con rigor, intelectuales hay de sobra dedicados a este asunto, pero es indiscutible que se ha conseguido sin violencia, sin uso de fuerza alguna que no sea la razón y el ejemplo. A diferencia de lo que eventualmente sucedió en la obliterada ciudad bíblica, aquí no ha habido masacres de último momento, tan solo la integración de un sector de la población que antes estaba segregado, perseguido.
Stonewall en 2011, celebrando la aprobación del matrimonio igualitario en NY. Foto: Dave Sanders /New York Times
En el 45 aniversario de Stonewall me he acordado de Cernuda. Hoy ya no hay obstáculo para hacer realidad la hipótesis de su poesía: proclamar sin miedo “la verdad de su amor verdadero.” Los muros, al fin, se han derrumbado.


Y aquí va el poema…

Si el hombre pudiera decir lo que ama…de Luis Cernuda

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.




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