De tierra caliente a la sabana, o como sufrir en una caminata despiadada
Están las excursiones fuertes, luego las palizas y
finalmente la caminata La Vega – El Dintel. Las advertencias de dureza del
folleto de la Fundación Salsipuedes ni de lejos nos prepararon para algo que
resultó ser una auténtica gesta: 20 kilómetros, TODOS en ascenso (la mayoría en
un ascenso bastante fuerte) y un grupo que más que caminantes parecían
participantes en la carrera del siglo…
Desayuno en el Alto del Vino |
Todo comenzó con un plácido desayuno en el Alto del Vino,
lugar donde termina (o empieza, según de donde venga uno) la sabana de Bogotá.
En poco más de media hora la buseta nos bajó a La Vega, un tranquilo y caluroso
pueblo, lleno de flores por todos lados, donde los lugareños nos sonreían con
la tranquila amabilidad colombiana. Unos ejercicios de calentamiento, un pintoresco
puente sobre el río, y comenzó nuestro ascenso. El calor pronto se convirtió en
sofocante. El grueso del grupo desapareció casi de forma inmediata. El ascenso
era cada vez más pronunciado. Toya ya tenía sendas ampollas en menos de una
hora. El camino serpenteaba entre el verdísimo paisaje andino, y al fondo se
veía la Cuchilla del Tablazo, un imponente risco famoso por la cantidad de
aviones que contra él se han estrellado intentando aterrizar en Bogotá.
Ejercicios de Calentamiento en La Vega |
Después de dos horas de subida sin parar, alcanzamos al
grupo, sesteando en una pradera. A los dos minutos de nuestra llegada,
impulsados sus integrantes como por un resorte, el grupo en pleno se puso de
nuevo en marcha, desapareciendo en segundos. A Toya y a mi no nos quedó más
remedio que seguir la marcha, acordándonos de más de una madre. A las tres
horas de ascenso casi vertical, miré el GPS y aún no habíamos llegado ni a la
mitad del camino. Presa de una pájara monumental, no vi otra opción que
sentarme sobre una roca en medio del camino que sube casi vertical.
Recuperándome como pude, alcancé a Toya y llegamos al lugar del almuerzo. Ni
que decir tiene que a los diez minutos el grupo se puso en pié y reanudó la
marcha. No nos quedó más remedio que seguir.
El camino y al fondo la Cuchilla del Tablazo |
Con la ascensión el clima se hizo más fresco, pero el sudor
seguía brotando. El camino también se fue volviendo mas suave, pero aún nos
quedaban horas de marcha. Toya estaba a punto de las lágrimas, yo la animaba
ocultando los dramáticos datos que el GPS mostraba: faltaban muchos kilómetros,
todos ellos cuesta arriba. El agua se
había acabado hace tiempo. Nuestro único consuelo era el espectacular paisaje.
A los 2.800 metros, tras 1.600 de ascensión ininterrumpida,
el guía Segundo se unió a nosotros. El camino era ya completamente plano, y el
final estaba a la vista: a penas dos kilómetros más. Segundo nos narraba
historias de terror sobre esta caminata: abandonos, caídas, evacuaciones
urgentes en burros alquilados… consolaba escuchar que otros habían salido aún
peor parados que nosotros.
La llanura, a partir de 2.800mts, alberga varias ganaderías famosas de toros de lidia |
Finalmente llegamos: el resto del grupo estaba en la puerta
de la tienda tomando cervezas. A nuestra llegada prorrumpieron en aplausos. Yo
me acordé de nuevo de sus madres.
Toya, sonriente a pesar de las penalidades, y el propietario de la tienda de El Dintel |
No soy quejica. Estoy acostumbrado a caminar por la montaña,
he hecho el Camino de Santiago, he escalado un monte de 5.000 metros, y hace un
par de semanas corrí el Maratón de Madrid. La caminata El Valle – El Dintel es,
sin embargo, punto y aparte. Es la excursión más dura que recuerdo. Tras una
pequeña discusión erudita, el grupo estuvo de acuerdo en que también es la más
dura de las que organiza Salsipuedes. La memoria hace sus trucos, y hoy, aunque
sigo cansado, recuerdo con mayor intensidad los buenos momentos que los
sufrimientos. Mi admiración por los magníficos atletas que componían nuestro grupo, y por Toya que anduvo durante horas con unas dolorosas ampollas. Aunque a veces no lo parezca, no hay nada mejor que caminar por la montaña, y no hay montañas más hermosas que los Andes.
Nos encanta la montaña, esa zona es muy bella... que pueblo recomendaría para vivir por allá, ojalá con vista a los nevados? ... muchas gracias
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